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Crónica de una muerte anunciada

agosto 16, 2010

Pues sí señores, tras recibir quejas y casi súplicas de personas que llevan desde el lunes con ganas de saber que fue de mí en Blanes, y como no me gusta hacerme de rogar aquí está la crónica de una muerte, digo de un acuatlón anunciado…

Un soleado 8 de agosto de 2010 muy prontito por la mañana…

Jaime: Eva, es la hora.
Yo: Ay mi amor, que me duele la pierna, casi que te espero aquí.
Jaime: Mecagoentoloquesemenea, tira pa’ la ducha ostias.
Yo: %$&???#%&&…. voy.

Media hora después…

Yo: Sube tú la niña a mi madre, que a mí me escupe en la cara.
Jaime: %$@&???#%&&… voy.

Un cuarto de hora más tarde en el coche ya: Coca-Cola & música de radiofórmula & medio sonrisilla en el careto rumbo a la Costa Brava.

9:00 a.m. Cojo mi dorsal que muy a mi pesar es el número 6. Muy a mi pesar pues no sé porqué extraño motivo estoy convencida de que me iban a dar del 1430 en adelante, coño, si los números de un solo dígito tienen que ser para los que son muy rápidos, o muy fuertes, o ambas, no??? pues no. Así que después de disculparme ante los señores de la organización y dejar muy clarito que aunque tenga un número tan corto no tengo intención de llegar entre los 10 primeros, acepto la bolsa y me voy a mis aposentos.

09:15 a.m. Crema solar, ingesta compulsiva de líquidos y encomendaciones varias a los santos patrones.

09:30 a.m. Empieza la cosa, nos situamos en un estratégico lugar (al final de todo) y nos lanzamos al agua con la esperanza de no morir devorados por los escualos.

Primera parte a nado: A mí como nadar no me cansa, me limito a ir lo más rápido que me permite la técnica, que no debe ser muy correcta habida cuenta de que no adelanto ni a una sola persona. Miento: adelanto a 7 ó 8 cuando me parece divisar a 1 metro bajo el agua una medusa de grandes dimensiones…

Yo: Jaime nos ataca una medusa!!!
Jaime: Es una bolsa mujer.
Yo (nadando como si me fuera la vida en ello y adelantando a los 7 ó 8 antes mentados): Y una mierda una bolsa, que tú no te guipas sin las gafas, ¡¡¡es una medusa!!! ¡¡corre, Jaime, salva tu vida.!!
Jaime: Eva, te vas a cansar y aún queda la carrerita y volver a nadar.
Yo: Ostias es verdad…a la mierda la medusa.

09:45 a.m. (más o menos) Llegamos a la orilla medio cansados pero contentos.

Sr. de la Organización (visiblemente incómodo ante la situación): Señora métase el pezón dentro del sostén, si hace usted el favor.
Yo: Que apuro Jaime, por dios, porqué no me has dicho nada?
Jaime: He pensado en no molestarte con eso…
Yo: Me molestas para decirme que alargue la brazada, que coja aire con la nariz cerca del sobaco, y no me molestas para decirme que se me ha salido un pecho??? %$@&???#%&&

1ª transición: Nada reseñable, seguramente Jaime hubiera preferido que no me secara con tanto mimo los pies, que no me pusiera los calcetines del derecho, y que no hubiera dejado la toalla doblada, pero aún así no refunfuña mucho…

Carrera propiamente dicha: Velocidad absurda con tramos de trote cochinero salpicado a veces de trote dignecillo, aunque esta apreciación es totalmente subjetiva claro está… Nos adelantan los 7 ó 8 desgraciados a los que habíamos adelantado antes por lo de la medusa, pero nosotros también adelantamos a una señorita, que sí, iba caminando, pero la ilusión que me hace no se describe con palabras: “hay que vivirlo.” Más tarde nos enteramos de que la muy jeta ha abandonado la carrera. Jaime intenta convencerme de que nos marquemos algún objetivo algo más ambicioso:

Jaime: Adelantamos al gordito de negro???
Yo: Buf. Grunch grunch, buf…
Jaime: Tranquila cariño tú a tu ritmo. Trae, ya te cojo yo la botella de agua…

2ª transición: No recuerdo nada de nada, tan sólo voces anónimas animando…

Voces anónimas: Vinga que l’ aigua està fresqueta. Va, que ja no queda res. Por aquí no, por aquí, muy bien… Lo importante es participar…
Yo: Participar, participar… Tu puta madre… (con perdón)

Segundo tramo de natación: Igual que el primero pero sin medusa, (debo decir que cuando meto la cabeza para respirar cierro los ojos no sea que vuelva a ver la medusa, ya que si esta vez tengo que aligerar el ritmo igual me da una parada cardiovascular). Al llegar, esta vez con los pechos bien colocados, nos encontramos a unos fans animándonos (el equipo de triatlón de Jaime), y botellitas de agua, y latas de coca-cola y bocadillos de jamón (que no comemos para hacernos los interesantes) Y ya para acabar e inmortalizar el momento, nos hacemos una foto con el susodicho equipo de triatlón.

Team Calella Triathlon: Vinga una foto.
Yo: Que no, que yo no me pongo que no soy del equipo y he quedado la penúltima, no soy digna, os la hago yo.
Team Calella Triathlon: Que sí mujer que has acabado y eso es lo que cuenta, ponte.
Yo (con los ojos humedecidos por la emoción, y pensando “y una mierda es lo que cuenta: el año que viene o no me presento o no quedo la última, ni la penúltima… por estas que son cruces”): Bueno, va, Luiiiiiis.

Shrek, Fiona y los duendecillos amarillos.

Guruses

junio 26, 2010

La mayoría de gurús de esto de correr descalzo (o casi), son gente bastante pintoresca. Sin ánimo de ser exhaustivos, ahí va un pequeño inventario:

Ken, Ted, Rick y Erwan.

Tener que confiar en gente que le añade el título Pies Descalzos a su nombre provoca una cierta desazón, y yo hasta diría que justifica las reticencias de muchos. Estando así el patio, es reconfortante que haya también gente como Jason Robillard. Jason es la prueba viviente de que cualquier persona normal puede correr sin, o casi sin, zapatillas. El lleva cerca de cinco años haciéndolo, y sin ser sus marcas estratosféricas, le instalan cómodamente en la plácida mediocridad a la que todo deportista aficionado aspira, como bajar de 20′ en los 5Km, o rondar los 40′ en los 10Km. Supongo que para convencer a los más escépticos estaría bien que hubiera entrado en el olimpo de los corredores populares, habiendo bajado de las 3 horas en maratón. Pero no es el caso, que le vamos a hacer. A cambio, el hombre se ha centrado en la ultradistancia, y ha acabado varias carreras de 50 y 100 millas, que vienen a ser 80 y 160 Km al cambio.

Aunque para llevar el pan a casa da clases en un instituto, lo que de verdad le gustaría a Jason es ganarse la vida como alguno de los barefoots de antes: educando a las masas en el arte y la ciencia de correr descalzo. Ha fundado la Barefoot Running University, y mantiene un blog sobre sus aventuras corriendo. Además, ha escrito un libro, The Barefoot Running Book, o sea El libro de correr descalzo.

The Barefoot Running Book

Casi que más que un libro es un panfletillo de sesenta y pocas páginas. El tipo de letra es bastante pequeño y no hay ilustraciones, así que a pesar de todo empaqueta bastante información. A mí me gusta la honestidad de su aproximación al tema: con unas pocas ilustraciones, un poco de paja sermoneando sobre lo malvados que son los fabricantes de zapatillas, y sobre cómo nuestra sociedad enferma ha perdido los vínculos que la unían a la Madre Tierra, se hubiera evitado la primera sensación de «¿pero esta mierda que es?» que le invade a uno cuando abre el paquete. Pero una vez lo lees es de agradecer que haya preferido la gimnasia a la magnesia. Se nota además que ha hecho los deberes repasando la literatura científica, y sabe y no oculta que muchos de los potenciales beneficios están todavía por demostrar, así que no trata de convencer a nadie de que se trate del bálsamo de Fierabrás que sana milagrosamente a los corredores tullidos.

Por pedir que no quede, claro, y la verdad es que este no será el libro que haga innecesario que se escriban más libros sobre el tema. El enfoque es muy bueno, pero el contenido se queda un poco corto. Sin necesidad de recurrir a basura Zen, no parece que hubiera sido difícil doblar o triplicar el volumen de información útil para un principiante.

Es en cualquier caso un buen texto introductorio, puede incluso que muy bueno, y aunque prácticamente todo lo que allí cuenta puede encontrarse gratis total desperdigado por internet, incluso en las páginas de su propio blog, el compilar toda esa información de manera coherente no es tarea baladí. De haber tenido algo así hace un año, cuando empecé a tontear con mis pies descalzos, seguramente me hubiera ahorrado unas semanitas sin correr y unas cuantas visitas al traumatólogo.

Nasío pa corré

junio 24, 2010

Ya escribí hace tiempo sobre Daniel E. Lieberman. Antes de convertirse en el paladín de los sin zapatos, este catedrático de biología evolutiva humana de la universidad de Harvard tuvo otro minuto de gloria en el 2004. Fue cuando, de nuevo Nature, le publicó otro artículo,  Endurance running and the evolution of Homo, que no, no significa Los que corren son todos maricones

De nuevo el tema iba en portada, con el sugerente título de Born to run, o sea Nacido para correr. Y es que el artículo sugiere que la carrera de resistencia es el rasgo característico de los antecesores del hombre, que dejamos de ser monos hace cosa de un par de millones de años, cuando nuestros antepasados, que ya llevaban por lo menos otro par de millones de años andando sobre dos patas, dejaron de caminar y echaron a correr.

¿Que qué tendrán que ver los cojones para comer trigo? Pues mucho, porque correr habría sido lo que permitiera a los monillos cazar, y conseguir la alimentación rica en proteínas que se requiere para desarrollar y alimentar un cerebro sobredimensionado como el nuestro. Porque estamos sorprendentemente bien adaptados para la carrera de resistencia. Si tratas de atrapar un antílope al sprint, el bicho te da sopas con honda y esa noche te vas a la cama con el estómago vacío. ¿Pero qué pasa si, como buen español, murmuras entre dientes «…hasta el rabo to es toro…» y lo persigues hasta que uno de los dos reviente? Pues pasa que, sobre todo si hase musha caló, el que revienta es el bicho y esa noche cenas caliente.

Tiene que ver con que los cuadrúpedos no pueden jadear al galope, sólo al trote. Así que a un bicho de cuatro patas que no sude, forzado a galopar, acaba dándole un yuyu chungo por recalentamiento. Sí, parece difícil de creer, pero para convencer a los escépticos aun hoy hay al menos una tribu en África que caza así, ¡dentro vídeo!

Ratoncillo a la carrera

junio 6, 2010

Hace un par de semanas fue el Half Challenge de aquí, de Calella. Aparte de la invasión de señores muy flacos corriendo disfrazados de Eva Nasarre, con sus calentadores de piernas y todo, los organizadores montaron un ‘Kids Challenge’. O sea, una carrera para críos. Consultado Lucas al respecto dijo que sí, que le apuntara, y con su infalible lógica de niño de cuatro años me explico que «es que yo creo que voy a ganar, porque voy a llegar el primero.» En fin hijo, tú mismo, más dura será la caída…

Más bonito que un San Luis.

El día de autos decidió que su equipación para el evento debía incluir unas alas de mariposa/princesa que le compramos por carnaval. Afortunadamente mi abuelo, el Sr. Belarmino, no vive para presenciarlo, porque si no me temo que nos habría pedido hora en la consulta del Dr. Aquilino Polaino.

Recogimos su dorsal, vimos las carreras de los más mayores, y nos alineamos para su salida, detrás de la infranqueable barrera de padres que, prietas las filas, recias, marciales, ejercían su inalienable derecho a acompañar a sus hijos como si de Charlton Hestons defendiendo la segunda enmienda se tratara.

Poniendo cara de Emil Zátopek...

250 metros no son demasiados, aunque contemplados desde su poco más de un metro de altura a Lucas acabaron haciéndosele eternos: empezamos despacito, pero pronto pasamos a otro niño, así que le anime a que fuera a por la chica que había unos pasos más adelante. «¡Y ahora a por esa de rojo, Lucas!» Llevaríamos remontados media docena de puestos, y media carrera ya hecha, cuando muy preocupado me mira y me dice: «¡Ay papi! ¡Que me canso!» Así que bajamos el ritmo, y al trote cochinero llegamos hasta la meta.

No, no ganó, porque no llegó el primero. Pero parece que la bolsa con dos globos y tres caramelos que le dieron fue suficiente para sublimar la frustración del fracaso. Y parece que todavía no odia el deporte: seguiremos informando…

¡Ouch!

junio 4, 2010

¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre, leñe!  Hace un par de meses estaba regodeándome en la cantidad de carreras que iba yo a hacer, y en lo rápido que iba a correrlas, y no pasó ni una semana hasta que la espalda mandó a parar. Seis semanas, seis, como los toros, que me he pasado sin correr.

Y ahora que he comenzado de nuevo a recorrer el largo y tortuoso camino de la recuperación, la fatalidad vuelve a golpear: el primer día que probé a correr de nuevo, por supuesto que descalzo, pisé un pedrusco oculto entre la hierba y me hice un hermoso siete en mitad del pie.

¡Pupita!

Pero si aquel puto cristal que me saqué de la base del dedo meñique en enero, y que debía de haberse infectado, porque dolía, horrores, que ni caminar podía…

Aguda espina dorada / quién te volviera a sentir / en el corazón clavada.

…si ese puto cristalito, iba diciendo, no me hizo desistir, no iba ahora una heridita de ná a ser diferente. ¡Si ni siquiera sangró!

Que habrá quien piense que por los cojones la fatalidad, que si acaso será la gilipollez. Pero qué sabe nadie… Y a ver si va a resultar ahora, con la cantidad de paisanos que ve uno por la calle con una pulserita Power Balance de esas, que al que haya que echarle en cara lo gilipollas que es sea a mí…

Leeroy Jenkins

marzo 11, 2010

La semana pasada la VISA estuvo al borde de la combustión espontanea: me puse a pagar inscripciones a carreras y me quedé sólo… De momento, el próximo par de meses, a falta de algún duatlón, previsiblemente el de Vic, saltaré al ruedo en:

Si alguna competición tiene un círculo rojo en el calendario esa es claramente el Half: para eso es para lo que estoy entrenando como un cabrón, si no de qué… Lo del Costa Brava Xtrem es más que nada un divertimento: ya que habrá que hacer un último gran entrenamiento a pie antes del Half, ¿por qué no disfrutar del paisaje? Y la Cursa Bombers la correré con Eva, a ver si se motiva un poco, que me está muy vaga últimamente.

Y luego está la media de dentro de apenas dos semanas… La tenía en mente más que nada porque está en la planificación que el míster nos puso a la muchachada del Team Calella Triathlon. Me parecía demasiada distancia demasiado pronto, pero oiga, nadie dijo que esto fuera a ser divertido: si había que correrla se corría.

Pero a medida que se acerca la voy mirando con ojos más y más golosos. Últimamente me estoy gustando corriendo, a qué negarlo: desde la nada, y con mi solo esfuerzo, he alcanzado las más altas cotas de miseria… Si hace un mes sufría para correr a seis minutos el kilómetro en llano, ahora voy cómodo a cinco y medio incluso trialera arriba, trialera abajo por el bosque. ¡Hasta algún parcial intermedio a cuatro y pico he visto! Algo tendrá que ver que he dejado de zampar como un gorrino y estoy perdiendo peso sin prisa, pero sin pausa. Que te jodan, Paulo Coelho, pero pareciera que el Universo conspirase para que haga un marca impensable hace nada…

Así que he estado dándole vueltas, y la decisión está tomada, ese día haré un Leeroy Jenkins: saldré a cinco minutos el kilómetro, y a ver qué pasa. Lo más probable es que reviente, y acabe tirado esperando a la muerte (que no vendrá a mí como enemiga) a la puerta de algún camping entre Santa Sussana y Malgrat. Pero si la adrenalina de la competición hace su trabajo puede, sólo puede, que salte la banca de mi idea original de acabar en 1h55′. ¿Entrenamiento con dorsal? ¡Y una mierda!

El saber no ocupa lugar

febrero 17, 2010

Hoy he hecho un poco más ricos a los señores de amazon.  Estos son los tres libros que desde ya mismo espero ansioso a que el cartero me traiga…

The Runner’s Body

Cuando hace un par de meses me enteré de que Ross Tucker y Jonathan Dugas, los responsables del fantabuloso blog The Science of Sport habían escrito un libro, me picó la curiosidad. Que Matt Fitzgerald sea coautor es garantía de que, además de tener ciencia y análisis, será una lectura ágil y entretenida. Pero lo que me convenció de que necesito tener ese libro fue enterarme de que pretendía ser un Freakonomics sobre fisiología. Es decir, que se iban a dedicar a revisar lugares comunes de la sabiduría popular, y a desmontarlos sin compasión. Por ejemplo, todos sabemos que los calambres son producto de una mala hidratación, o de alguna falta de sales minerales, ¿verdad? Pues parece ser que no, que es un bulo, una leyenda urbana que no soporta la verificación experimental. Promete mucho, muchísimo, aunque habrá que ver si está a la altura de semejantes expectativas.

Born To Run

El libro que la lió parda, el que echó a rodar la bola… Christopher McDougall estaba hasta el gorro de pasarse la vida lesionado a pesar de gastarse un pastón en zapatillas, ortopedas, plantillas… Y un buen día descubre que hay una tribu en México, los Tarahumaras, que además de beber tequila como si les fuera la vida en ello, se hinchan a ganar carreras de montaña de ultrafondo, llevando por todo calzado sus huaraches, unas sandalias de chichinabo. La mayoría hubiéramos probado a ver si era beber tequila lo que les mantenía en plena forma, Chris se fue a vivir entre ellos, aprendió a correr descalzo, y escribió este best-seller que causa furor en las Américas. Si lo que dicen del libro es cierto, lo acabaré el mismo día que me lo traigan, devorando página tras página hasta el amanecer…

The Lore of Running

De haber comprado este puedo echarle la culpa a Chuckie V, el hombre, la leyenda… Soy un ávido lector de su blog, y me encanta su demencial filosofía de entrenamiento, que a veces me recuerda lo que un día les oí decir a Carles Gamisans y a Albert Ybars sobre Xavi Cadena: «Hasta que no nota sabor a sangre no le parece que esté entrenando lo bastante fuerte.» Pero además todo ello va aderezado de mucha ciencia, mucha experiencia práctica y mucho humor. Así que cuando él publica su lista de libros imprescindibles sobre entrenamiento, y resulta que el primero está descatalogado y el segundo ya lo tengo, pues me compro el tercero…

Basta con un par de pies

febrero 12, 2010

Hace un par de semanas, el 28 de enero para ser exactos, sucedió algo de lo más chiripifláutico: Nature llevaba en portada la foto de los pies descalzos de unos negritos del valle del Rift.

Y en páginas interiores, además de todo lo que usted siempre quiso saber, pero no se atrevía a preguntar, sobre la reductasa epóxida de la vitamina K, la chicha del asunto: un artículo de Daniel E. Lieberman, con el sugerente título de Foot strike patterns and collision forces in habitually barefoot versus shod runners, que podría traducirse libremente por Comparación de patrones de pisada y fuerzas de impacto entre corredores habitualmente descalzos y calzados.

Los propios editores de Nature resumen el artículo afirmando que «la comparación de la biomecánica de corredores habitualmente calzados y habitualmente descalzos, sugiere que correr descalzo no sólo es confortable, sino que podría ayudar a evitar algunas lesiones de estrés repetitivo.» Para quien entienda el inglés, los detalles, junto con consejos para empezar a correr descalzo, se pueden consultar en la página web del Departamento de Biología Evolutiva Humana de la Universidad de Harvard, del que Lieberman es catedrático. Hay además un vídeo en el que explican los principales hallazgos, con una frase memorable bien al principio: se suele decir que para correr sólo hace falta un par de zapatillas, pero no es cierto: basta con un par de pies.

Sobre todo a este lado del Atlántico, supongo que a la mayoría del personal esto le hará abrir los ojos como platos de pura incredulidad. Pero la verdad es que llueve sobre mojado. La única novedad es que sean Nature y Harvard quienes le den el marchamo de respetabilidad a un estudio que se suma a muchos otros en la misma línea. Y la evidencia empieza a amontonarse en contra de los fabricantes de zapatillas.

Lo que pasa es que es una evidencia un poco circunstancial, porque lo verdaderamente interesante sería saber si todas esas claras, clarísimas, diferencias biomecánicas se traducen en una menor incidencia de lesiones. Que tiene toda la pinta de que así debiera ser, pero lo que es saberlo no lo sabemos seguro. Así que de momento tendré que seguir esperando a que alguien se decida a financiar y llevar a cabo ese estudio epidemiológico que me saque de dudas sobre si soy gilipollas o no

Sorpresas te da la vida

febrero 9, 2010

El despertador ha sonado esta mañana a las 6:15. La lluvia seguía sonando en el tejado, igual que toda la noche, y se oía soplar el viento con fuerza. Cuando he empezado a desperezarme, he notado las agujetas de las putas pesas de ayer clavándose como alfileres en las piernas. «Y yo tengo que correr 12 Km… Su puta madre…»

Me ha costado un triunfo, pero he conseguido levantarme, vestirme, y sacar a Walter y Rosita a hace un pis, y ver cómo de feo estaba el día.  Y estaba peor. De vuelta a casa he procurado no pensar demasiado y simplemente salir a correr. «Si está muy chunga la cosa, hago hoy los 6 Km del jueves, y luego ya veremos.»

Arrancar no ha sido fácil. Que nunca lo es. Pero hoy menos. Durante un buen rato he ido esquivando los charcos, hasta que me he encontrado con una piscina que no me ha quedado otra que cruzar por medio con el agua por los tobillos. Y será que he dejado de preocuparme por una cosa tan estúpida como que se me mojaran o no los calcetines, pero todo ha empezado a mejorar a partir de ahí. Con el viento en la cara, la lluvia chorreándome por el cuerpo, chapoteando en los charcos, oyendo las olas romper en la oscuridad, abierto a la tierna indiferencia del mundo, comprendí que había sido feliz, y que lo era todavía.

Luego, claro está, la placentera y feliz sensación de poder seguir corriendo hasta el horizonte, ha dado paso al sufrimiento. Pero bien está lo que bien acaba, y cada parcial volviendo ha sido (ligeramente) más rápido que yendo. Conste que en términos absolutos no he hecho una mierda: algo más de 12 Km en 1h12′ redondos. Pero es la distancia más larga que he corrido en años, y parece que la batalla por correr a menos de seis minutos por kilómetro está ganada: ¡que tiemblen los cinco minutos! Y que me lo he pasado como los indios, joder…

Además, bonus track, hacia el final de la carrerita mis FiveFingers han cumplido sus primeros 100 Km.

San Silvestre 2009

enero 13, 2010

Gabriela nació el 14 de noviembre de 2.009. Súmale los 40 días reglamentarios del puerperio y te plantas en Nochebuena. Como celebrar el nacimiento del hijo de Dios follando fijo que te condena al fuego eterno, para el fin de su cuarentena Eva y yo nos fuimos a correr. Para ella fue la primera vez en cerca de un año, y aun así aguantó 20 minutos de trote cochinero sobre las flamantes Nike Air Span 6+ que le había traído Papá Noel. Y acabó contenta y todo, la muy jodía…

Elegidas por ser las más molonas de la tienda.

Tres días después, cuando las agujetas remitieron, volvimos a correr juntos, esta vez casi media hora, esta vez parando a caminar una media docena buena de veces, esta vez sin sonrisas ni contentos. Nadie dijo que aquello fuera a ser divertido, oiga.

En cualquier caso, quedó convencida de que correr media San Silvestre era factible, que era de lo que se trataba. Así que el día 31 allí que nos plantamos, sin dorsal ni leches. Que sí, que lo que es estar, está mal eso de no pagar la inscripción. Pero vamos, que tampoco me dan mucha pena los señores de Nike: ellos se empeñan con denuedo en joder una carrera preciosa, llenándola de gente que necesita de campañas mongoloides que les convenzan de que correr es guay, nosotros no les financiamos el despropósito.

Su puta madre qué frío hace...

La carrera propiamente dicha, sin demasiadas incidencias reseñables… Nos pelamos de frío esperando más de media hora a que nos dieran la salida, a Eva le entró el agobio de que su pequeñina llevaba casi tres horas sin la tetita de mami y se lanzó a tumba abierta bajo la lluvia, así que llegamos en un visto y no visto a Neptuno, donde pusimos fin a nuestra participación.

Hubo, eso sí, una cantidad apreciable de cachondeo del respetable a costa de que yo corriera descalzo. Estuvo el tipo al que le pudo la curiosidad y me preguntó directamente, y que no acabó de creerse, como le dijo Eva, que fuera una promesa para que Raúl juegue el Mundial. Tampoco parecí convencerle yo cuando le dije que era el futuro, y que todo el mundo lo haría de aquí a un par de años. Aunque lo mejor sin duda fue la conversación que les escuché a un padre y su hijo, según los adelantábamos:

– ¡Mira papá! ¡Ese va descalzo!

– Y más atrás había uno con el culo al aire…